
No existía la gravedad, no había final, todo era un camino improvisado hacía el nunca jamás. Y en cada momento que se repiten las huellas marcadas, las tiento antes de comprender que ese camino no es vertiginoso, que frágil y escueto se nubla por dentro y no me centro en la proxima tormenta que amenaza con dejar caer sus dudas redundantes.
La fuerza inverosimil, las embestidas de un mar de contrachapado, o las carnes lánguidas en un suspiro asfixiado... no son suficientes a veces para apagar la sed de total cúmulo de elementos soportantes de tu ser hambriento.
Hoy son reinantes de una sonrisa radiante. Mañana serán agujereados por termitas de mi tormento y tu desvelada incredulidad.
Y el miedo seguirá siendo dueño, y el tiempo escapará al puesto de principal consejero, y las manos se quedaran sobre un regazo esclavo de lo ajeno, esperando el momento en el que deseen volver a embarcarlas en el yate del deseo.
Todo esto mientras las paredes aguanten nuestro peso y no nos arrojen los escombros calcinados de nuestra furia contenida.
29 Abril 2009
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