Expongo
aquí la segunda mitad del trabajo final de curso, pero no por ello
menos importante, más bien al contrario. Mientras que en la Autenticidad
solo tengo que analizar la imagen para llegar a su mensaje y el momento
que representa, en el análisis de la Originalidad es preciso estudiar
además el tema iconográfico y al artista para saber de donde procede la
inspiración y así constatar si se ha copiado una obra anterior o se le
ha dado un enfoque nuevo. Bien es cierto que el tema que se plasma es
complicado verlo de forma muy diferente pero existen artistas notables
que logran sacarle una fuerza expresiva a un suceso archiconocido como
es El Camino del Calvario. El motivo de elegir dicha obra es que, como
ya se vió en entradas anteriores, nos había tocado restaurar una versión
de la misma en la asignatura de Tratamiento de Pintura y Escultura I de
Pintura Antigua (desenlace que no tardaré en desvelar). Es por ello que
para ampliar conocimientos para la memoria decidí centrarme en el
artista originario de esta obra difícil de olvidar. Sin más preámbulos,
les dejo con la lectura y espero que sea del agrado de todos:
El
mundo de las copias, originales y versiones, y sobre todo en lo que rodea a las
obras antiguas y con pocos documentos históricos que atribuyan sin lugar a
dudas su autoría, es un denso y pedregoso camino, tan complicado de llevar a su
término con la obra que es protagonista de este empeño propio.
* *
*
Nos
concierne analizar una obra perteneciente al Barroco sevillano, “Camino del
Calvario”, del artista Juan de Valdés Leal. Las fuentes la enmarcan alrededor del año
1661, al comienzo de la trayectoria artística del autor.
Nuestro análisis se hará en torno a la obra que
se considera definitiva y que está firmada, puesto que se conocen varias con
el mismo nombre.
<<El
lienzo, que es cuadrado, mide 1.32 m. >> Tal y como se ha dicho,
este cuadro está firmado, concretamente en un papel que aparece pintado en la
esquina inferior izquierda de la obra.
Ésta dice: <<Ju* De Bald… Leal lo Pinto a* De 1660>>.
La
originalidad
habla a favor de este artista si nos detenemos a compararla tanto
con estilos anteriores como con otras producciones propias. La
composición y el
escorzo que nos aporta esta pintura no se ven en pinturas pertenecientes
del tema y es lo que la hace diferente. Retrata al máximo el
sufrimiento de Cristo transportando la cruz hacia el Monte del Calvario,
con
claras evidencias del peso que soporta al aparecer apoyando su brazo
derecho
sobre la rodilla izquierda para no tropezar, haciendo que se arquee su
cuerpo y
le sea difícil caminar. En su cara se adivina la mirada perdida de la
agonía
que ha sufrido y que le resta.
Al
ser un formato poco utilizado se ve acentuado este sentimiento de pesadumbre,
de agobio.
Todo
ello es acompañado por un sobrio cromatismo, presidido por los tonos grises y malvas
del vestuario de Cristo, tan sólo animados por el rojo
y azul de las túnicas de San Juan y la Virgen.
Para hablar sobre sus fuentes creativas, tenemos que remontarnos a su
formación artística:
Aunque
tradicionalmente se conviene que la formación de este pintor se produce en
Córdoba en torno al pintor y dibujante Antonio del Castillo (1616-1668), que a
su vez había estudiado en Sevilla con Zurbarán y Herrera el Viejo, hay que tener en cuenta que esto también
interviene en la primera etapa formativa del joven Valdés. Todo ello sumado al
inmenso grupo de pintores que dominaban de alguna forma el panorama artístico hispalense en la primera mitad de siglo, entre los que
hay que añadir a los eclécticos Juan de Uceda y
Francisco Varela, el primero tardomanierista con apetencias naturalistas y el
segundo de estilo sintético y sobrio.
Hay que citar la posible influencia del aprendizaje derivado de los
grabados que en Sevilla existían, se compraban o vendían, sobre todo de origen
flamenco y holandés de finales del s. XVI, mayormente de estilo manierista, que
darían como resultado una concepción de las figuras en su espacio natural y
paisajístico, un tipo de concepción arquitectónica que le llevaría con los años
a realizar grandes decoraciones murales.
Esta
primera etapa va creando a un artista que asimila lo
aprendido pero que se muestra inquieto por experimentar su propia evolución
estética. Esto coincide con la transformación sufrida por la escuela sevillana,
motivada por un agotamiento de una estética ya en exceso clasicista, dando paso
a otras nuevas corrientes procedentes de Italia, representadas por el pleno
barroquismo.
Así
pues, dicho nuevo lenguaje pictórico será
asimilado por Valdés, evocando el espíritu de
Rubens y Bernini. A dicho cambio contribuyeron la llegada a Madrid de los
boloñeses Mitelli y Colonna y a Sevilla de Francisco de Herrera “el Mozo”,
interpretes de un arte en el que los conocimientos arquitectónicos son
necesarios para la realización de espacios aéreos, donde juega un gran papel la
pintura mural.
Todo ello da como resultado que en la obra de Valdés Leal se
configure un estilo artístico muy personal, teniendo como <<denominador
común>>
el fuerte sentido de la pasión barroca. Siendo nuestro artista de origen
sevillano, pervive esa herencia oriental, haciéndole sentir la pintura como
algo anímico y subjetivo, arrebatador a veces y con grandes dosis de
teatralidad.
Esta
es la razón por la cual sus obras gustaron tanto a los románticos, quienes
vieron en ellas al genio ardiente y atormentado que a veces utilizaba una
técnica demasiado fugaz y moderna, anticipándose al “feísmo” de Goya.
Valdés Leal sabe mezclar vistosamente Barroco y
Romanticismo, tal vez el motivo de su atractivo, siendo uno de los
más destacados de su tiempo.
Vivir en una
ciudad dominada artísticamente por Zurbarán y más tarde por Murillo hace que su
pintura no sea tan aceptada en un primer momento, lo que le relega a encargos
menores. Así
pues, se marcha a Córdoba buscando nuevos espacios y regresa cuando Zurbarán y
Herrera el Viejo viajan a Madrid. En Sevilla queda un Murillo cada vez más
estable, puesto que es el momento en el que se da una nueva oportunidad a su arte y
sus nuevos conocimientos.
Valdés
Leal es conocido como el pintor transmisor del lado inmaterial que acompaña a
la muerte, y lo consigue representando precisamente su lado más físico. Se le
reconocen apelativos tales como el artista
necrofílico según Enrique Valdivieso, el
pestífero según Navarro Ledesma o el
pintor de los muertos para Enrique Romero de Torres. Palomino, que conoció
al pintor, sitúa el problema en términos más fiables, al describir sus cuadros
como <<jeroglíficos del Tiempo y de la Muerte, y un cadáver corrompido y
medio comido de gusanos, que causa horror y espanto mirarlos; pues es tan
natural, que muchos al verlo, o se retiran temerosos o se tapan el olfato, temiendo ser contaminados del
mal olor de la corrupción>>.
Su estilo,
por lo tanto, es totalmente opuesto al de Murillo: mientras éste último
le da luminosidad y brillo a sus obras religiosas, el arte de Valdés es oscuro,
dramático y apasionado. Sus biógrafos cuentan que fue muy amigo de Murillo y que
no se consideraba satisfecho de sus obras hasta que éste las examinaba y
aprobaba.
Anteriormente
se ha nombrado el conocimiento de la perspectiva y perfecto uso de ella como
elementos destacables de nuestro pintor, siendo aplicables a la obra que nos
ocupa. Toma el cuerpo
humano como objeto para dar rienda suelta a sus conocimientos de perspectiva,
resultando un escorzo muy poco usual y cambiando levemente el tamaño de las
personas que le siguen para indicar dicha lejanía y destacar en primer lugar el
sufrimiento de nuestro Señor.
Es visible su influencia en el futuro, como por ejemplo
en la obra “Jesús es cargado con la cruz
camino del Calvario” del mismo del pintor Francisco Bayeu quien a su vez
daría clases a Goya. En dicha obra se advierten los tonos pardos y oscuros recurrentes en la obra de Valdés, utilizándose
incluso el mismo tono malva para la túnica de Cristo, quien parece pisar el
mismo entorno pintado por nuestro artista en “Camino del Calvario”.
Otra
obra es otra del mismo
título perteneciente a Juan Cordero Ruiz, de 1990, en la que se puede ver una
composición muy similar, diferenciándola el colorido y la figura del fondo
trajeada, dando a entender el vanguardismo de la obra y sacándola del
contexto usual.
Uno
de los factores que motivan la creación de copias es el gusto, ello
explica que la obra original fuese tan sobresaliente en la producción del
artista, diferenciándose de otras que expresan el mismo
pasaje bíblico.
Se
han descubierto obras anteriores a la que nos ocupa que se cree que pueden
pertenecer a un estudio previo. En ellas se advierte
el mismo tenebrismo de la obra definitiva, pero tan solo en una de
ellas de utiliza la misma composición, considerada obra previa
a la original. Dicha obra puente supone un original en
sí misma, razón por la que ha sido comprada por el Museo del Prado de Madrid, única
forma de conservar algo de esta obra maestra en nuestro país, ya que la
que se analiza se encuentra en Nueva York.
La obra expuesta en el Museo de Bellas Artes de Bilbao es un
estudio preparatorio del artista para obtener la que nos concierne. Cambia en
bastantes detalles, como es la rapidez de pincelada, y la aparición de más
personajes en escena de los que finalmente opta por dejar en la definitiva, a
pesar de que la postura de Cristo sea bastante similar.
Otra
importante versión del tema del Camino del Calvario del mismo Valdés, adquirida
por el Museo del Prado alrededor de los años 90, muestra una escena de una de
las caídas de Cristo, momento en que Verónica se acerca a enjugarle el rostro
con un paño. La figura de Cristo es captada en
oblicuo, destacando en ella su
escorzo, vuelto hacia el espectador. La expresión de su
rostro nos muestra una inmensa mansedumbre, en contraposición a la saña del
verdugo, que se dispone a atizarle con un látigo. <<A la izquierda
aparece el Cirineo, cuyo gesto encorvado para sostener la cruz de Cristo
armoniza perfectamente con las figuras que componen el grupo central de la
escena>>.
La
composición se completa con la aparición a la derecha de las Marías con San Juan,
describiéndose así el dolor colectivo debido a la visión de dicha escena. La
perspectiva se ve reflejada en la aparición de los soldados al fondo de la
escena, tanto a derecha como izquierda.
La
ejecución técnica muestra la característica pincelada, suelta y decidida, que
aparece claramente marcada sobre el lienzo. Destacan los ocres, verdes y rojos
de entre las luces mortecinas que inundan el ambiente.
La
única copia de la que se tiene constancia es una obra
apodada de igual forma, de baja calidad, de la que no se conoce el autor. Así pues, observando la obra podemos rememorar claramente la
original, por lo que se descarta la posibilidad de una imitación.
* *
*
Definitivamente
“Camino del Calvario” de Valdés Leal muestra varios motivos por los cuales la
copia se realiza: la historia del gusto y el aprendizaje. Y derivado de esto, se trasluce que dicha
obra no ha pasado desapercibida, siendo tan importante para el propio Valdés, como
para el resto del mundo, representado en la copia que se ha podido encontrar.
A
pesar de haber sido eclipsado por la figura del genial Murillo, Valdés Leal es
considerado una artista destacado e importante dentro del panorama sevillano,
sobre todo por sus obras de carácter pasional o por las dedicadas al Hospital
de la Caridad, de la misma ciudad. Tan sólo contamos con la excepción del
lienzo original, objeto de nuestro análisis, para recalcar que a Nueva York ha
podido llegar mínimamente su obra, su arte de un barroquismo puro, precedente
de todo el aluvión perteneciente al tenebrismo característico de dicho estilo.
Documentación Gráfica
Imagen 1. Giotto di Bondone: Cristo camino del Calvario. 1302-05 Capilla Scrovegni (Capilla de Arena), Padua. |
Imagen 2. Beato Angélico: Jesús cargando con la cruz. 1441 h. Convento de San Marcos de Florencia. |
Imagen 3. Rafael de Sanzio: Caída en el camino del Calvario o El Pasmo de Sicilia. 1516. Museo del Prado, Madrid.
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Imagen 4. Anónimo: Caída de Jesús camino del Calvario, S.XVII. Escuela Española. Fundación
Lázaro Galdiano.
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Imagen 5. Polidoro da Caravaggio: Camino del Calvario. Anterior a 1534. Nápoles.
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Imagen 6.
Tiziano: Cristo camino del
Calvario. 1560. Museo del Prado, Madrid.
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Imagen 7. El Greco: Cristo abrazado a la Cruz, Hacia 1602. Museo del Prado, Madrid. |
Imagen 8. Francisco Bayeu y Subías: Jesús es cargado con la Cruz camino del Calvario. 1756-1757. Real Museo de Zaragoza. |
Imagen 9. Giandomenico Tiepolo: Caída en el camino del Calvario. 1772.
Museo del Prado, Madrid.
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Imagen 10. Juan Cordero Ruiz. Camino del Calvario. 1990. |
Trabajos previos y versiones del autor
Imagen 11. Juan de Valdés Leal: Cristo camino del Calvario. C.1661.
Museo de Bellas Artes de
Bilbao. Óleo sobre lienzo. 88,5 x 71,5 cm. |
Imagen 12. Valdés Leal: Camino del Calvario. 206 x 160 cm. Hacia 1661. Museo del Prado, Madrid. |
Copia de la obra original
Imagen 14. Anónimo: Camino del Calvario. Iglesia de Santiago el Mayor, Écija.
Foto propia,
procedente de asignatura de Tratamiento de Pintura y Escultura
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