miércoles, 3 de octubre de 2012

Aferrada obsesión


Hoy encontre una chincheta en mi zapato. No era uno de esos zapatos de tacón, ni siquiera caros (en cuanto a calzado mientras que mis andares seán cómodos me aguanto, aunque me tenga que aburrir de ellos y considerarlos parte de mis pies.
Esa chincheta, tanto tiempo clavada, perdió su descanso dudosamente merecido, y es que siguiendo la teoría personal de "donde se clava una no se podrá clavar otra en el mismo lugar si se sabe conservar" acabé dando a conocer mi debilidad. No se podía ignorar, cada vez hacía más ruído y el transcurso que hubiera pasado, tal vez muy largo, hasta pisar otra vez en falso otro obstáculo similar, en vez de tener silencio se recreaba en recordarme que seguía allí.
No iba a ser tan drástica como para deshacerme de mis entrañables zapatos, cuando simplemente podía sacarme la molestia.
Y se acabo el ruido desagradable y el andar de diferente manera para no oírlo, consiguiendo una atención constante.
No hace falta eliminar la chincheta, ella no tuvo la culpa de cruzarse en un camino azaroso conmigo, la infantil fui yo al quererla conservar sabiendo que hacía daño o que un día lo podía causar. Tan solo necesita seguir su camino en paz y que el tiempo le haga aprender como tratar de ser mejor, por bien o por mal...


31 Diciembre 2008

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